Es sencillo hablar de adaptación cultural pero ¿realmente somos capaces de adaptarnos fácilmente a otras formas de pensar para llegar a la esencia del otro?
¿Estamos preparados para sumar con el otro?
Cuando estudiaba Diseño en la Universidad Politécnica de Madrid, se me quedó grabada una frase que mis profesores, arquitectos y catedráticos de otras escuelas de prestigio, repetían constantemente:
“El papel lo soporta todo – refiriéndose a los dibujos con estructuras complejas- ahora hay que trabajar para buscar la manera de que se sostenga la estructura real”
Lo mismo pasa cuando hablamos de adaptación cultural. Las palabras escritas son una declaración de intenciones, que nos ayudan a visualizar el paso que queremos dar antes de pasar a la acción.
Adaptarse culturalmente no supone solo adaptarse a una cultura muy diferente a la nuestra, supone también adaptarnos a las micro-culturas que existen a nuestro alrededor: a la de nuestra pareja, la de nuestros hijos, nuestros amigos o a nuestro entorno laboral.
Eso, a veces, es tremendamente complejo porque como dice Robert Dilts :
“La distancia que nos separa de los demás es la distancia que nos separa de nosotros mismos”
Para poder romper esas barreras culturales, primero hay que conocerse a uno mismo, o por lo menos, estar dispuesto a conocerse en el trascurso del proceso de adaptación cultural.
Cuando nos conocemos somos capaces de liberarnos de nuestros miedos, y es entonces cuando podemos dejar nuestro ego atrás , abrir nuestro corazón, mostrar nuestra fragilidad y ser nosotros mismos. Es entonces cuando comenzamos a ser grandes y podemos sumar con el de al lado. Es entonces cuando podemos fusionarnos realmente con el de al lado y crear algo nuevo.
La fusión en la música
La música es el mejor ejemplo de ello.
Lo que en música se llama fusión es adaptación cultural en estado puro.
Los músicos se dejan llevar, buscan esos puntos en común para crear nuevas piezas musicales más ricas, en las que se suman energía, emociones, vivencias…No se crean barreras, se trabaja desde la esencia.
Eso no significa que ninguno pierda sus raíces, todo lo contrario es lo mejor de cada una de ellas.
Es comenzar a trabajar desde lo común, desde lo positivo, creando nuevos lazos de unión desde la emoción. Desde el corazón.
Es entonces cuando comienza esa fusión positiva entre culturas.
Esa es la verdadera adaptación cultural.